AL VUELO/ Pior
Por Pegaso
(Edición sabatina).
Luego de conocer todas las atrocidades cometidas por los narcos, que desde hace unas dos décadas han ampliado su abanico de actividades y ahora reciben el nombre más rimbombante de «delincuentes organizados», no pensé que a México le podría ocurrir una desgracia más grande.
Muchos estaban de acuerdo conmigo en que la narcocultura y la narcocracia eran la mayor calamidad que le había tocado sufrir a nuestro vilipendiado país, pero ahora estoy viendo que no.
Quizás, hasta antes de diciembre del 2019, algunos observábamos con preocupación la manera tan bizarra que el nuevo Gobierno socialista estaba imprtimiendo en todos los ámbitos de la vida nacional, donde la Cuarta Transformación decayó en Cuarta Transtornación.
Decía yo en anteriores colaboraciones que la necedad del Pejidente y su afán de protagonismo nos llevaría directivo al fracaso.
Cierto que hasta Peña Nieto, la corrupción galopante era uno de los mayores cánceres que padecía nuestro país.
Así que cuando un líder populista como ALMO llegó al poder, renacieron las esperanzas, porque venía con la espada desenvainada contra los corruptos.
Pero ahora sé que tan malo es para un país el gobernante ladrón como el incapaz. Como el que no sabe cómo dirigir un país tan complejo como México
Pero a lo que iba. Resulta que sí hay cosas peores que la narcoviolencia y ya lo estamos viendo ahorita con el coronavirus.
El COVID-19 amenaza con despertar nuestros miedos más atroces, socavar nuestro estilo de vida y llevarnos de nuevo a épocas pasadas, como el porfiriato o más atrás aún.
Y ahora me pregunto, ¿hay algo aún más nocivo que el coronavirus?
Por increíble que parezca, sí hay peores desastres y aquí se las traigo a mis dos o tres lectores en exclusiva mundial:
-La caída de un meteorito. Si en estos momentos estamos angustiados por que no nos dé una gripe, ¿qué ocurrirá cuando se anuncie el inminente choque de un meteorito con la Tierra? No quiero ni pensarlo, porque entonces todos nos olvidaremos de los cubrebocas y empezaremos a excavar en la tierra como topos.
-Un apocalipsis zombie: ¿Y qué tal si el COVID-19 muta y nos convierte en zombies? Las películas nos han preparado para ese tipo de escenarios, por muy estrambóticos que parezcan. En tal caso, sustituya el cubrecobas con una escopeta recortada. Sólo asegúrese de pegarle al zombie en la cabeza para que se muera.
-La Tercera Guerra Mundial. Si en este momento Estados Unidos y China se declaran la guerra, no habrá para dónde correr. Tendríamos que construir un búnker con hormigón reforzado, planchas de acero con plomo en las puertas para que no nos afecte la radiación y acopiar alimento como para una década.
-Una invasión alienígena. Claro, si viene una raza alienígena, no va a ser para pedirnos una tacita de azúcar, sino para invadirnos. En ese caso lo más recomendable es que nos disfracemos como ellos para que no nos vaporicen con sus pistolas de rayos gamma.
-El Armaggedón. Si realmente existe Dios y decide que ya lo tenemos hasta el copete con nuestros pecados, es momento de arrepentirse, sicalípticos prevaricadores. Hágase de un cáliz de oro, una dotación de ostias y vino de consagrar para usted y toda la familia. Porque si Chucho llega, sólo se llevará a 144 mil, y a los otros 7,356 millones de habitantes del mundo nos va a cargar el payaso.
Esto nos demuestra que los narcos, la Cuarta Transtornación y el coronavirus no son lo peor que nos puede pasar a los mexicanos.
Termino mi colaboración sabatina con el refrán estilo Pegaso: «¡Para mi persona es equivalente a insecto ortóptero de color marrón!». (¡A mí me vale grillo!)