Al Vuelo/ Chupacabras
Por Pegaso
Estaba el Filósofo de Güemez un día, recostado en su hamaca, viendo pasar la vida entre fumada y fumada de su habano.
Por la callejuela de terracería que corría por el frente de su casa, sólo veíanse algunos perros flacos y uno que otro paisano que iban a la labor o regresaban a sus humildes viviendas.
Allá, a lo lejos, oíanse cantar a los gallos y el suave trinar de los pajarillos que alegraban las mañanas. La suave brisa levantaba algo de polvo, mientras que con su pañuelo secábase el sudor que le corría por la frente.
Todos los días pasaban por su casa los chamacos que volvían de la escuela y solían molestarlo con puyas, bromas de mal gusto y hasta con piedrecillas que tomaban del suelo.
Cansado esa situación, se le ocurrió inventar un cuento para que los traviesos párvulos se fueran a fastidiar a otro lado.
En efecto, cuando vio que venían acercándose, se levantó de la hamaca y en tono excitado les dijo: «¡Váyanse a molestar al chupacabras!»
Los pilluelos le contestaron: «¡Éjele! Esa fue una cortina de humo que utilizó Carlos Salinas de Gortari para desviar la atención de los problemas económicos que entonces prevalecían en el país!» (Nota de la Redacción: Por lo visto eran unos chicos muy bien enterados).
-«¿Qué? ¿No lo saben?-replicó el geronte. Unos campesinos acaben de ver al chupacabras allá, en el río».
Entre incrédulos y asombrados, los muchachos se fueron hacia el caserío, a dejar sus mochilas para ir en busca del temido chupacabras.
El Filósofo sonrió para sus adentros, festejando su astucia, y volvióse a recostar en la suave hamaca.
Un rato después vio que venían varias personas con paso apurado, pasando frente a su casa con rumbo al río. Y enseguida de ellos, otros, y otros más, incluyendo a los mocosos que anteriormente lo habían molestado.
Después de ver pasar a casi medio pueblo, paró a un campesino que venía casi corriendo y le preguntó: «Oye, Fulgencio, ¿qué es lo que pasa? ¿Por qué todos van de prisa hacia el río?»
Y el labriego le respondió: «¿Qué no sabe su mercé? Dicen que allá, en el río, se apareció el chupacabras».
El Filósofo quedóse quieto, meditando. De pronto, saltó de la hamaca, se puso los huaraches y empezó a caminar hacia el río, pensando para sí mismo: «¿Quien sabe? ¡A lo mejor sí es cierto que vieron al chupacabras!».