AL VUELO/ Picateclas
Por Pegaso
Ahora que el Gobierno Federal anunció la implementación de un programa de seguridad social para la raza periodiquera del país, sería bueno dar una repasadita de la situación que actualmente atraviesan los sufridos integrantes de esta noble y rancia profesión.
Los hay de todos colores y sabores. Hay quienes, por su habilidad han logrado construir verdaderos imperios mediáticos, y los hay que apenas tienen para subsistir.
Un ejemplo es mi buen amigo, periodista veterano ya retirado, Jaime Serrano, quien vive en una humilde cuartería allá, por la calle Nuevo León, quien pasa sus días de claro en claro y sus noches de obscuro en obscuro, viviendo de lo poco que le pueden dar sus hijos.
Sin seguridad social para atender sus enfermedades y las de su esposa, sin una pensión que le permita cierta tranquilidad económica, don Jaime representa el futuro de muchos de los picateclas que aún estamos en activo, si es que no se hace nada por imprimir un cambio.
Porque el periodista no sólo presta un invaluable servicio a la comunidad, el de informar.
Tiene parte de maestro, porque orienta y educa a la comunidad, y parte de notario público, puesto que lo que escribe queda para la historia, como un testimonio que en ocasiones tiene valor legal.
Sin embargo, un maestro tiene un sueldo fabuloso y prestaciones fantásticas que le permiten vivir en un nivel socioeconómico medio alto, con apenas unas horas al día de trabajo y vacaciones de varios meses al año!
Todavía hasta hoy la mayoría de las empresas periodísticas no otorgan a sus trabajadores todas las prestaciones de ley. Poco a poco han ido eliminando por ejemplo, los fondos de ahorro, han despedido a muchos y hasta han bajado los sueldos, a pesar de que eso es algo que prohíbe la Ley Federal del Trabajo.
El periódico en el que estuve colaborando por casi quince años, de pronto dejó de pagarme, y a los seis meses los despedí, es decir, les dije adiós sin siquiera pedirles liquidación, pago de sueldos atrasados, aguinaldos y demás beneficios a que tenía derecho.
Pienso que no sólo se debe quedar en un programa de seguridad social, sino que se deben extender los futuros beneficios a una pensión digna.
Y hablo de los periodistas de a pie, no de los empresarios de la comunicación.
Sé de casos de enriquecimiento escandaloso de personas que obtenían dinero a carretadas no sólo de los gobiernos municipales y el estatal, sino de otro tipo de fuentes no muy recomendables.
Entonces, habría que hacer una criba para beneficiar especialmente a aquellos periodistas que están en la chilla, en la inopia, en la calle, que sólo sacan para mal comer y peor vivir.
Alguien me dijo una vez: “Pegaso, ¿cuál crees tú que sea el salario ideal para que un periodista realice su trabajo sin presiones económicas?”
Yo le contesté: Libres de polvo y paja, de perdido 30 mil pesos mensuales”.
Pero no hay periódico, empresa de televisión o de radio que pague tales cantidades. Así que la mayoría de nosotros hemos optado por independizarnos y buscar contratos de difusión con los gobiernos para más o menos sobrellevar el peso de la crisis económica.
Sólo que Hacienda se queda con la mayoría de ese dinero.
Sirvan estos pensamientos para que allá arriba, si es que existe la voluntad necesaria, se puedan incluir los casos particulares, como el de Jaime Serrano y en general, para garantizar que los periodistas logren tener un nivel de vida acorde con la importancia de su profesión.