AL VUELO/ Mafia
Por Pegaso
No soy adivino, vidente, profeta, augur, zahorí, sibilino, arúspice, pitoniso, nigromante o agorero, pero desde tiempo atrás he venido insistiendo en que la única forma de poner fin a esta era violenta es negociar con los delincuentes, tema que ya se empieza a discutir seriamente en las más altas esferas del Gobierno.
Retomo aquí una idea de mi amigo Rubén Dueñas, autor de la columna La@Red, donde aclara que la legalización de las drogas no es la salida, sino la negociación de los territorios que actualmente se disputan los violentos grupos de la delincuencia organizada.
Luego de mi vuelo vespertino me puse a repasar algunas de mis colaboraciones anteriores donde he plasmado precisamente la necesidad de llegar acuerdos con los cárteles para que éstos sigan en lo suyo sin que molesten a los ciudadanos, que nada tienen que ver con ilícitas actividades.
Se hace en los Estados Unidos, con la mafia centralizada, se hace en Rusia con la hermandad, se hace en China con las tríadas, se hace en Japón con los yakuza, se hace en Italia con la camorra, se hace en Sicilia con la cosa nostra y en muchos otros países desarrollados o en vías de desarrollo.
La mafia siempre ha existido y seguirá existiendo, pero debe estar controlada.
Hace más de dos décadas el pueblito de Miguel Alemán, Tamaulipas, era muy próspero. Abundaban las clínicas dentales, donde los narcos iban a ponerse dientes de oro, las joyerías, las tiendas de ropa fina, las relojerías y otros negocios que prosperaban a la sombra del trasiego de la droga.
Repentinamente, aparecieron los GAFES (Grupos Aerotransportados de Fuerzas Especiales) creado por Carlos Salinas de Gortari y todo se lo llevó el diablo. De pronto Miguel Alemán y otros muchos pueblecitos de la frontera cayeron en desgracia, los dentistas y joyeros cerraron, y quedaron en calidad de pueblos fantasma.
No digo que hay que aplaudirles, como lo hace el doctor Mireles, ex líder de los auto defensas de Michoacán, sino que se hace extrictamente necesario buscar una salida a un problema que cumple ya diez años, una cuota de más de 250 mil muertes y miles de desaparecidos.
En Estados Unidos, Rusia, China y otros países donde la mafia está calmada, el Gobierno no negocía. Es más, si le preguntan al Presidente, este se hace pendejo y dice que jamás entrará en tratos con delincuentes.
Pero por debajo del agua se pueden tener negociadores, como efectivamente ocurre en esos países, y así el Gobierno conserva las manos limpias, los narcos siguen haciendo su chamba y la población civil puede respirar en paz.
Si algún grupo se sale del huacal, tanto el Gobierno como los demás cárteles se le van a la yugular para que se calme.
A final de cuentas, México siempre ha sido territorio de paso en el trasiego de todo tipo de drogas. Es en Estados Unidos donde tienen el grave problema de consumo.
Allá, hasta en las escuelas primarias se fuma mota. Los viejones llegan del trabajo y se avientan su churro o su esnifeada mientras la señora de casa prepara la cena.
Sólo basta con ir a la esquina y decirle a su dealer de confianza que les venda un gramito de coca o un cigarrito de mariguana. Ese es el verdadero estilo de vida americano. Si llega a suspenderse la entrada de drogas a ese gigantesco mercado, el país colapsaría en unos cuantos días porque sus habitantes se volverían locos a causa del síndrome de abstinencia.
No es necesario legalizar la droga, simplemente organizar las rutas y territorios, como dice mi buen amigo Rubén.
Claro está, siempre y cuando el Gobierno actúe mediante negociadores plenipotenciarios.
¿Alguien se apunta?
Termino con el refrán estilo Pegaso: «Dicha situación equivale a hogaza de harina de trigo ingerida». (Esto es pan comido).