AL VUELO/ Romanticismo
Por Pegaso
¡Ahhhhh! El romanticismo.
Palabra que cada vez está más en desuso.
Apuesto tronchado que a estas alturas de la lucha por la equidad de género, pocos son los y las jóvenes que la han escuchado.
En su lugar, ahora abundan en los diálogos de amigos y de parejas expresiones como “güey”, “qué pedo”, “vete a la verga”, “no manches” y muchas más lindezas que antes eran consideradas tabúes.
Alguien dijo alguna vez que el romanticismo nunca pasa de moda, pero eso es más falso que la rifa del avión presidencial.
Sí. El romanticismo feneció. Se fue con el siglo pasado. Ya no más hombres que llevan serenata hasta el balcón de su prenda amada, que le regalan rosas rojas aún sin ser una fecha especial, que le abren la puerta del coche o que la llevan a cenar por que sí.
Como decía Roberto Carlos: Yo soy de esos amantes a la antigua/ que suelen todavía mandar flores/ de aquellos que en el pecho aún abrigan/ recuerdos de románticos amores.
¿Qué fue lo que se perdió? ¿Dónde el hombre y la mujer dejaron de lado tan gratificantes sentimientos?
MI generación, conocida como La Generación X, escuchaba los desgarradores lamentos de Dyango, con su voz rasposa, pero endiabladamente romántica, cuando cantaba: Hoy he empezado a quererte otra vez/ después de tanto tiempo/ de haber vivido solo/ y de echarte de menos.
Dos o tres generaciones antes, las mujeres se derretían con la voz de Pedro Infante, cuando cantaba quedito al oído de la hermosa Blanca Estela Pavón: Amorcito corazón/ yo tengo tentación de un beso/ que se prenda en el calor/ de nuestro gran amor,/ mi amor.
Conforme la mujer se fue dizque liberando, mientras conquistaba más espacios en el ámbito laboral, político, cultural y deportivo, el romance se fue perdiendo.
Lo vimos en días pasados: las frágiles y encantadoras damitas están dispuestas a cortarles el pene a los hombres sólo por ser hombres, porque ven en ellos al potencial violador o al acosador sexual, tiran bombas molotov y pintarrajean los monumentos.
Los chavos de hoy sí sienten amor por su pareja, eso es indudable, pero no saben verbalizar sus sentimientos como lo hacían las generaciones pasadas.
Agustín Lara compuso para la altiva María Félix la siguiente melodía, considerada una de las inmortales del repertorio mexicano: Acuérdate de Acapulco/María bonita, María bonita/ María del alma./ Acuérdate que en las olas,/las estrellitas con tus manitas/ las enjuagabas.
Y La Roña, desdeñosa como ella sola, levantando la ceja, prefería un collar de perlas o un anillo de diamantes.
Durante miles de años la mujer fue musa e inspiración de bardos, juglares, músicos y trovadores. Ya lo señalaba Arjona cuando decía: ¿Qué hubiera escrito Neruda?/¿Qué hubiera pintado Picasso/ si no existieran musas como ustedes?
Los de la Generación X preferimos escuchar al Puma, José Luis Rodríguez, cuando cantaba al amor, guiado por la maravillosa lírica de Manuel Alejandro: Voy a perder la cabeza por tu amor/porque tu eres agua/porque yo soy fuego/ y no nos entendemos./ Yo ya no sé si he perdido la razón/ porque tú me arrastras/ porque yo soy juego/ de tus sentimientos.
Hoy, por el contrario, los Milennials prefieren el Reggetón, con mensajes como los siguientes: Esa bellaca me llevó secuestrao/la puta me ha dejao con el picho pelao/ que tú ere bien puta/ que tú ere bien puta/ que tú ere bien puta, puta, puta, puta.
Encuentren mis dos o tres lectores las diez diferencias entre las canciones de antes y las de hoy, entre el romanticismo de antes y el feminismo a ultranza de hoy.
Por lo pronto, los dejo con el refrán romántico estilo Pegaso: “No obstante, aprecio en mayor medida mis órganos de la visión, puesto que ellos te percibieron”. (Pero quiero más a mis ojos, porque mis ojos te vieron).