AL VUELO/ Angelitos
Por Pegaso
Ahora que está de moda la austeridad gubernamental, tenemos que poner en perspectiva los pantagruélicos sueldos que hasta hace medio segundo siguen teniendo los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, los Consejeros del INE, diputados, senadores y toda esa basura burocrática que no sirve para nada, ya que seguimos igual o peor que siempre.
Andaba yo volando por los abrasadores cielos de Reynosa, donde el calor ha superado la temperatura de 42 grados centígrados a la sombra, cuando me vino a la mente el tema en comento.
Resulta que los angelitos ganan al año lo que usted y yo jamás veremos juntos en nuestra misérrima vida.
Un Ministro de la SCJN obtiene al mes 650 mil pesos libres de polvo y paja, un senador gana 500 mil mensuales y un diputado, 400 mil.
Ni tardos ni perezosos, los petulantes magistrados dijeron que no se les puede bajar el salario por el principio constitucional de irreductibilidad, establecido en el Artículo 94.
De acuerdo con sus argumentos, ese nivel de sueldos les ayuda a que las resoluciones que emitan sean con estricto apego al marco jurídico y sin influencias ajenas, lo que equivale a decir que si dejan de percibir esas cantidades, tendrán que entrarle a los moches y aceptar prebendas para favorecer a determinadas personas o empresas.
Lo que en la práctica, aún sin necesidad de tener un sueldo más bajo, es exactamente lo que hacen, los pobrecitos.
Yo le diría al Peje, si es que llega a leer esta columna, que mejor les asigne el salario mínimo a ver si con eso pueden vivir dignamente.
Ya no más Chianti, ya no más Champagne, ya no más Foi Gras, ya no más pato al gratín con trufas negras, ya no más caviar de beluga o fondué de queso del Rhin como aperitivo…
Que le entren a los frijoles en bola, a la tortilla de maíz martajado, al chorizo de puerco artesanal, a los nopalitos asados, a los tacos de longaniza, a las tortas de tamal y todas esas delicias culinarias que las clases menesterosas degustan con fruición, luego de una jornada laboral agotadora.
«Si nos bajan el salario tendremos que aceptar sobornos»,-dicen que dijo uno de esos patriotas funcionarios de la Suprema Corte.
Hoy por hoy, son la clase dorada de la sociedad mexicana.
Se supone que son escogidos por su conocimiento de las leyes y que esa sapiencia se debe traducir en resultados que redunden en beneficio de millones de mexicanos, pero eso no es así.
Duran en su cargo 12 años y no son electos democráticamente, sino que son designados por el Congreso, es decir, por la mayoría de los diputados y senadores que están controlados por el Presidente en turno.
Por lo que se ha visto hasta ahora, sólo se dedican a peer sus lujosas butacas y a rascarse los huevos, con la confianza de que nadie podrá quitarles los fabulosos sueldos que actualmente presumen.
Sólo de ahí El Peje podría obtener la mitad de lo que dijo que iba a destinar para darle a cada estudiante del país.
Y por hoy nos quedamos con el refrán estilo Pegaso: «¡Evita agotarte, Estados Unidos Mexicanos!» (¡No te acabes, México!).